Si le hubieras preguntado a Wendwaoga de niño qué quería ser, quizás te habría dicho algo práctico, algo que encajara dentro de las expectativas sociales. Un profesor, quizás. Tal vez el dueño de una tienda. Algo estable, algo que proveyera. Pero a veces, la chispa más pequeña prende fuego a algo mucho más grande que sí misma.
Al principio, el Lycée Béthanie Academy era simplemente una humilde escuela en Burkina Faso, un lugar donde aprendió ecuaciones y memorizó fechas históricas. Sus padres lo habían elegido porque estaba centrado en Cristo. Querían algo diferente para él, algo más profundo. Y al principio, no había pensado mucho en esa parte. Pero la fe tiene una manera de colarse por las grietas, de abrirse camino hacia espacios más grandes.
Cuando Edify se asoció con su escuela, no tenía ni idea de lo que significaría para él personalmente. Pero, de repente, surgieron nuevas oportunidades. Un campamento bíblico. Formación en liderazgo. Espacios donde se le decía que su fe no era solo algo a lo que aferrarse, sino algo para compartir, algo que podía cambiar vidas. Fue en las reuniones del grupo bíblico donde se encontró de pie frente a sus compañeros de clase, aprendiendo a comunicarse eficazmente y a liderar. Fue en las reuniones de oración de vuelta a la escuela, donde él y sus compañeros fueron llamados a movilizar a los estudiantes, a ser los primeros en dar un paso al frente. Fue en la forma en que los profesores no solo daban clase, sino que guiaban, moldeaban y se volcaban en ellos. “Con Edify, aprendimos mucho sobre el liderazgo y la misión de ir y hacer discípulos de todas las naciones”, comparte Wendwaoga. Comprender su papel como embajador del Reino de Dios transformó la forma en que veía su influencia, motivándole a alinear sus acciones con los valores bíblicos. “Nos permitió cambiar nuestro comportamiento, alineándolo con los principios bíblicos para que pudiéramos impactar a los que nos rodean”, dice.
Fue entonces cuando la chispa se convirtió en algo más.
El liderazgo no se detuvo en la escuela. Siguió a Wendwaoga a casa, a las calles de Bobo Dioulasso, a los bancos de la iglesia donde escuchaba y aprendía. Pronto, no fue suficiente con simplemente absorber la información; quería hacer algo. Así que dio un paso adelante de nuevo. Encontró su lugar en Fondation Christ et Handicapés (FOCHA), una organización dedicada a apoyar a las personas que viven con discapacidades. Al principio, fue voluntario, ayudando en lo que podía y haciendo lo que se necesitaba mientras continuaba sus estudios. Pero un paso le llevó a otro, y después de graduarse, dirigía los esfuerzos en movilización y comunicación. El corazón de Wendwaoga estaba inmerso en asegurar que aquellos que lo necesitaban recibieran algo más que ayuda material: recibieran amor, dignidad y el mensaje de Cristo.
Ayudó a organizar campamentos bíblicos para personas con discapacidades para que tuvieran un lugar donde crecer espiritualmente. Vio de primera mano cómo la fe podía restaurar, cómo podía levantar, cómo podía recordar a alguien su valía. Y el fuego siguió creciendo.
Ahora, Wendwaoga lleva seis años en FOCHA y es líder en el ministerio juvenil de su iglesia. El liderazgo ya no es algo con lo que tropezó; es algo que lleva consigo con intención. Sus sueños no son pequeños. Se extienden a lo ancho, y mirando hacia atrás, ve los momentos que le llevaron hasta aquí, la escuela que le formó, los mentores que le guiaron y la fe que prendió fuego en su corazón. “Doy gracias a Dios por mi escuela, Lycée Béthanie, y por Edify, que han contribuido significativamente a hacerme lo que soy hoy: un líder, aunque todavía en formación, que marcará la diferencia e impactará a mi generación”.
La chispa que una vez fue pequeña es ahora una llama que se niega a ser contenida. Y no ha hecho más que empezar.